viernes, 1 de octubre de 2010

El Regalo de un Grande


El Regalo de un Grande

Por Camilo Suárez


Pese a que han sido tantos los atletas que desde distintos flancos deportivos, en gracia de sus talentos perennes, han extraído de las entrañas del alma las más altivas emociones, sólo unos pocos han alcanzado la dignidad de ídolos.

Por el hecho de cumplir con estas exigencias es necesario incluir a Eber Carlos Ludueña dentro de la lista de los grandes.

Los logros del cuatro (4) más vehemente y popular desafían los números impuestos por las verdaderas estrellas del deporte mundial, y su leyenda viviente se expande día tras día a las anchas del planeta con la fuerza de la lava fluida.

El mítico lateral derecho nacido en Santa Fé (Argentina) jugó 138 partidos en primera; hizo 3 pases gol, 2 tiros en el palo y otro que pasó a 20 centímetros del travesaño. En toda su carrera anotó un único gol, de penal, no sin antes haber desperdiciado otro. Obtuvo 37 tarjetas rojas directas; 74 amonestaciones; 17 fracturas provocadas, 5 de ellas expuestas y 3 de las mismas infligidas a sus propios compañeros de equipo durante las prácticas; cifras que hicieron mérito para ser galardonado con el único premio que recibió en su carrera, el trofeo de la Tarjeta Roja por parte de la Asociación Argentina de Arbitros en su condición de "El Juagdor más Violento de la Historia".

El Terror de los arqueros, como era conocido por algunos, es de los pocos jugadores que tuvieron dos partidos de homenaje en su nombre. El primero de ellos fue jugado a principio de la década del 90´, para el cual convocó a figuras del ambiente como Pablito Pedivila, Willy Ruano, Gustavito Rey, Raúl Táebo, Ricardito Darín, quien no fue porque para la época ya salía con Susana Celis y esa noche le tocaba asistir a un entierro. Así mismo, invitó al técnico Anito Vega, afamado por su exigencia, y quien horas antes del encuentro les hizo a los jugadores una prueba física que incluía pique largo, pique corto, abdominales, lagartijas a fondo. Al final, este no encontró físicamente bien a Eber y no lo puso en su propio partido de homenaje. El segundo partido fue televisado, y jugado en la cancha de Douglas Haig de Pergamino, equipo de la tercera división del fútbol profesional argentino.

Debutó en el futbol con escasos 26 años en el año 1975, en la Tercera división, en el equipo Ferrocarril Oeste de Buenos Aires, con la cazaca verdolaga. En los albores de su carrera fue conocido por ser un cuatro tímido y con poca proyección que rara vez cruzó la mitad de la cancha. Sólo de grande sintió curiosidad y después de la afamada conferencia a la que asistió titulada: ("Hay Vida después de la Mitad de la Cancha"), y gracias a la influencia de Vicente Pernía, Lucho Narvalez, Aporís y Garlet, pudo evacuar sus dudas.

No por nada era conocido como la "Motosierra Humana". Muchos afirman que la mano de dios de Maradona contra Inglaterra en México 86 es la jugada más extraña y asombrosa del fútbol. Sin embargo, poco se ha hablado de la trascendencia del papel de Ludueña como infiltrado jugando para el Ferrocarril contra el River Plate, en el campeonato de primera división del 78. Cuenta el mito que mientras permanecía sentado en el banco de suplentes, faltando 8 minutos para que finalizara el encuentro, Timoteo, el técnico, lo llamó para decirle que iba a infiltrarlo en el juego. Para ello, le subieron un tono de pintura capilar para oscurecer su tradicional cabellera amarilla, y aprovechando su parecido físico con Zaporite, el (4) titular de River, que se encontraba en la cancha y a quien durmieron con cloroformo, con el fin de sacarle la camisa y entregarsela a Eber para que entrara a la cancha y cometiera un penal, en tanto que sino descontaban su equipo iría directo al descenso. Una vez en la cancha, se posicionó al interior del área grande para esperar a Dolfino Cañete, y una vez este pisó el área le lanzó una plancha descendente, provocándole la más grave lesión en la historia del deporte, una triple fractura de fémur, rotura de los ligamentos cruzados de la pierna izquierda, desprendimiento de la retina, pérdida parcial de masa encefálica a través de las fosas nasales y Hepatitis B.

Los automóviles fueron otra de sus grandes pasiones. Tuvo tantos como contrataciones de clubes de futbol. Afamado por el R12 rojo que heredó de su madre; su consentido Opel K 180 modelo 1975; el Toyota Célica o el Rambler que le prestaba su tío y su famoso Dacia 76, que apropósito no sólo le ha proporcionado honores sino también mujeres. Sus autos y el bigote bonaerense lo han hecho acreedor de una envidiable reputación de Casanova. Al ser un convencido de que por encima de todo está la apariencia, patentó el hábito de llevar el radio del carro debajo del brazo como símbolo de poder adquisitivo y la frase: “Billetera mata Galán”, ha sido acosado por vedettes de la talla de Constanza Moral; Alejandra Dapozano; Silvia Peirut, entre otras.

Eber es un símbolo de sacrificio y entrega por el deporte digno de exaltación. Su paso por el Ferro Carril de Oeste; el Olimpo de Bahia Blanca, equipo en el que estuvo dos años y a pesar de ello ningún partido lo jugó como titular; Rosario Central; Loma Negra de Olavarría; Temperley; Douglas Haig de Pergamino; Chacarita Junior y el Lecce de Italia, en el que duró dos semanas, constituyen un historial de violencia que ensalza un legado palpitante en el corazón de sus seguidores.

Esta semana el libro de las memorias de Eber llegó a mis manos a través de Francisco Javier, mi hermano, quien volvió de Buenos Aires después de ocho meses, y trajo consigo para mí este regalo de incalculable valor, pero que sólo tuve la suerte de leer la primera parte, pues por culpa de un sueño insondable que me imbadió mientras lo leía viajando en un bus de transporte público en Bogotá, lo dejé olvidado al precipitarme para descender del vehículo una vez constaté que me había pasado 12 cuadras de mi destino.

A mi hermano no me alcanzará la vida para dejar de pedirle perdón por votar a la horda esta ofrenda que con sacrificio consiguió. Y a modo de homenaje, entono a viva voz y en dirección al cielo el coro más famoso de Facundo Zarabia, "Zamba for Eber".


Muchos regalos derramó, pero todos los puso como cebo en un anzuelo, y ¿Que pez puede amar al pescador?

Marcial